La formación deportiva en el Perú tiene un nivel deficiente, y esto no es nada nuevo. Sin embargo, lo que llama la atención es que los errores persisten a lo largo del tiempo, mientras que buscamos soluciones inmediatas para problemas permanentes.
Un claro ejemplo de ello es que, cuando se forma un equipo representativo y se acerca la competición, se asigna de inmediato un grupo de profesionales de ciencias aplicadas al deporte. Esta solución temporal puede rendir frutos en los problemas superficiales, pero no resolverá los problemas de fondo del deportista.
La inseguridad, el miedo escénico, la falta de concentración, la independencia en la toma de decisiones, la ansiedad, el insomnio, y otros factores que debieron haberse formado junto a los fundamentos técnicos, el aprendizaje táctico, la evolución física, y, paralelamente, la adquisición de experiencia competitiva, suelen quedar desatendidos.
Responsabilizamos a los atletas de diferentes deportes, tildándolos de juergueros, irresponsables, faranduleros, entre otros adjetivos. Sin embargo, rara vez señalamos como responsables de esta mala formación deportiva a quienes debieron incluir, dentro de un plan que comienza desde la infancia, a un especialista en la conducción del proceso psicológico.
Es lamentable haber escuchado en algún momento a un técnico afirmar que “el mejor psicólogo es el dinero”. Esto refleja la falta de comprensión de que, si un deportista no aprende a manejar correctamente sus emociones, estará destinado a no saber manejar su vida.
Es cierto que en la competencia alguien tiene que ganar, pero no debemos enviar a nuestros deportistas a la guerra a pelear con un tenedor. Existen deportistas inestables que no pueden manejar las presiones propias de la competencia. Exigimos la aparición de líderes, pero no los formamos dotándolos de los recursos necesarios para encaminar sus cualidades, y pretendemos que surjan por “generación espontánea”.
La preparación deportiva debe ser un proceso continuo. No deberían existir vacaciones totales entre un período y otro, es decir, no debería haber espacios libres sin actividad controlada. Cuando implementemos este enfoque, comenzaremos a insertarnos en la competencia de alto nivel.
Es cierto que el director técnico es el responsable de los resultados, pero debe contar con el soporte de especialistas en las diferentes áreas. Y esto no debería limitarse únicamente a las competencias fundamentales, sino abarcar todo el proceso formativo, desde la iniciación.